domingo, 7 de agosto de 2016

Teresa y Jacques - Alejandro Hugolini / Gavotte - Jacques Loussier Trío

Crecí en un barrio áspero, y en una casa donde no se escuchaba música. No había ni siquiera un Winco, y la radio no ocupaba un lugar destacado. Me sentaba a leer en el patio, o en la cocina y viajaba a La Isla Misteriosa, o de la Tierra a la Luna y Alrededor de la Luna. Miraba un poco de la televisión en blanco y negro: dos canales, necesidad de levantarse para cambiarlos y ajustar el volumen o la antena. La música estaba ausente. Pero un mediodía, en las dos horas libre del doble turno del Politécnico, un compañero que vivía a tres cuadras, me invitó a almorzar. Teníamos 13 años. Por primera escuché “Rapsodia Bohemia” de Queen, en un casete, en un grabador Crown. No podía creer que esos tipos metieran, para decirlo rápido, tantas canciones en una sola: una lírica, una balada y un rocanrol, por lo menos. De ahí Alan Parsons, Serú Girán, y no mucho más. Años después, el Barroco: la película Todas las mañanas del mundo me trajo a Couperin, Sainte-Colombe y Marin Marais. Siempre me había atraído (y también intimidado) la música clásica. Como a Teresa, el personaje de Kundera, que escuchaba a Beethoven mientras trabajaba de moza porque aspiraba a “algo más elevado”. El Barroco siguió ahí, un poco subterráneo, hasta que buscando a Mc Ferrin en la red encontré el Festival 24 horas Bach, realizado en Leipzig en 2001. Y allí estaba Jacques Loussier con su trío, jazzeando a Bach, vestido de negro, en un Steinway impecable. Empieza “Gavotte”, los alemanes bailan bajo la lluvia y cuando llega el minuto y veinticinco segundos hay como un suspenso. Diez segundos después estalla la epifanía de Bach (a quien Dios le debe todo, según Cioran) y se me empiezan a caer las lágrimas. Y duran hasta el final. Entonces descubrí “Play Bach”, cinco discos de Loussier, entre 1959 y 2009, y sus trabajos exquisitos sobre Satie, sobre los nocturnos de Chopin, sobre Vivaldi, Haendel, Mozart, Beethoven y Schumann. Tuve la esperanza de que ese ex niño prodigio, que a los 10 años asombraba al Conservatorio de París (y que probablemente se aburría con la música ejecutada al modo tradicional) se diera una vuelta por Argentina. Pero ya lo había hecho, a fines de los ’60, cuando yo tenía menos de 5 años. Desde 2012, después de 50 años de subirse a los escenarios más variados, Jacques ha dejado de tocar en público. Siempre creí que Marcello Mastroianni era el único hombre del que me enamoraría. Pero con Jacques Loussier tengo muchas ganas de aprender unas palabras en francés y aparecer en la puerta de su casa, para decirle: - Hola Jacques. Soy Teresa. Y si fuera posible, besarle las manos.
Alejandro Hugolini

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