miércoles, 23 de noviembre de 2016

La nueva - Florencia Benson / De música ligera - Soda Stereo

Jenny abre los ojos y juega a mantenerlos abiertos, aguantando el sol rajante que se replica al infinito sobre el cielo límpido, azul, vacío como la primera hoja de un cuaderno nuevo. Se mira los pies y desearía que sus uñas estuvieran pintadas: de rojo, de fucsia, de alguno de esos colores que su madre le tenía expresamente prohibido. Paloma Rossetti tiene pintadas las uñas de los pies; se compró el esmalte hace unos días en Miami, a donde fue a pasar Navidad. Paloma es petisa y fea, pero tiene el pelo teñido de rubio y “mucha onda”, según la opinión unánime del grupo. Lo que tiene es mucha guita, piensa Jenny mientras se mira los pies. Suena de fondo una música estridente, suena Música Ligera, señal de que llegaron los chicos. Los varones.
Las chicas cuchichean al borde de la pileta mientras los chicos juegan a tirarse de bomba en la pileta, reparten latas de cerveza, un porro. Jenny los mira con cierto disgusto, no porque no le guste tomar o el porro, le gusta el porro, le gusta la cerveza, pero no le gustan los chicos. Esos chicos.
—Para mí, Matu es el más potro —dice Tini Morrison, y se ríe como una tonta.
—Ay, no, yo muero por Mocho —dice Isa Olazábal, y Mocho es un rubio de ojos claros que se llama Tomás y juega al polo.
—Obvioo, todas morimos por Mocho —acota Paloma, y prende un cigarrillo—. ¿O no, Jenny?
Jenny se encoge de hombros. Las demás todavía no se acostumbran a sus silencios, a esa manera que tiene de demostrar que en realidad todo le chupa un huevo; y que está ahí sólo porque no tiene otro lugar mejor donde estar, porque es mejor aburrirse en grupo que aburrirse sola, o quizás porque se cansó de leer y quiere alejarse un poco de su casa.
—Supongo; sí, es el más lindo —dice Jenny al fin, porque siente tambalear su pertenencia al grupo y no tiene tampoco tanto coraje como para ser una marginal.
—Dalee, quién te gusta —la apura Loli Braverman, que tiene unas tetas geniales y todo el mundo sabe que es medio rápida, y además medio víbora, y que siempre se le tira al pibe que le gusta a alguna de sus amigas.
—Nadie me gusta.
—¡Qué mentirosa! Dale, decí —insiste Loli, agitando suavemente sus tetas, su bikini minúscula, su naricita perfecta.
—Me enteré que Facu muere por vos —interviene Celeste Taboada, siempre chismosa.
—No, cero.
Celeste chasquea la lengua.
—Qué naba que sos, es obvio que muere de amor, es obvio.
Jenny reprime otro gesto de indiferencia. Mira en dirección a los varones, identifica a Facundo McKinsley, le sonríe, y después se ríe con las chicas, reafirmando su estatuto de cómplice.
—Ahhh, yo sabía, yo sabía —canturrea Loli, mientras le clava el ojo a Facundo—. Ya vengo —dice, y se mete en la pileta.
—Es tan obvia —murmura Sole Niemayer mientras se acuesta junto a Jenny en la misma reposera. Jenny se acomoda a ese nuevo cuerpo y asiente. Quedan las dos en silencio, muy juntas, tomando sol, brazo contra brazo, pierna contra pierna, perdiéndose en la modorra de la tarde y los sonidos que se alejan de a poco.

Florencia Benson


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